Columnas

Bien de familia (V)

Se formaliza la República de Weimar en 1919. Foto: Infobae.

El mundo transita sus primeros días de 2021. En la Argentina las cifras del Covid-19 crecen de manera preocupante, tanto, que después de un pequeño respiro que ha dado la pandemia, se habla de un inminente regreso a las restricciones en distintas regiones del país. En Gran Bretaña el aumento de los afectados por el Coronavirus ha sido muy grande en las últimas semanas. Israel también experimentó una fuerte alza, pero en su caso, tras la llegada de la vacuna, el número de personas que fueron tratados con ella, alcanzó una considerable proporción.

En estos lugares del planeta, hoy por hoy, están repartidos la gran mayoría de los Wildau. Llevo entonces la atención un siglo hacia atrás, cuando los integrantes de la familia eran muchísimos menos, y todavía se hallaban juntos en el mismo país, la Alemania de la post-Primera Guerra Mundial. En 1919, aunque con enormes problemas de diferente índole –destacándose los económicos-, el flamante Estado democrático había dejado atrás la época imperial e iniciaba su camino constitucional bajo el nombre de República de Wermer, ya que así se denominaba la ciudad en la que las autoridades acordaron el nuevo sistema de gobierno. Pero esto no calmó las aguas. Más bien, todo lo contrario. Un tormentoso período, signado por la crisis política y económica, generó la asunción del Partido Nacionalsocialista, poco más de una década después.

¿Cómo es posible que Adolf Hitler haya conseguido erigir su figura en lo más alto de la Nación? Con la mirada puesta en lo que pasó después, resulta increíble que no lo hiciera por la fuerza sino por el voto popular. De todos modos, el trasfondo de su arribo al poder tampoco fue un canto a la democracia, sino que estuvo marcado por un complicado entramado de terribles confrontaciones que llegaron a su epílogo cuando en 1934 se hizo definitivamente de la jefatura del gobierno, luego del fallecimiento de su predecesor Paul von Hindenburg. Poco antes Hitler había sido canciller. Durante su gestión, disolvió el Parlamento y apuntó la dirección hacia un método que anuló toda forma republicana para transformarse en una dictadura. Sería muy dificultoso resumir en pocas líneas, la cantidad de acontecimientos que dio lugar a inmensos volúmenes literarios. Lo concreto, es que la República de Weimar dejó de existir y en su reemplazo, los habitantes del vapuleado país, asistieron a los orígenes del Tercer Reich, un régimen totalitario con la hegemonía de un único partido, el Nazi.

Una vez firme en la cima, Hilter no se contentó con mandar en Alemania. La meta de dominar más territorios europeos lo condujo a poner en práctica una estrategia expansionista, a medida que también acentuaba la presión sobre los ciudadanos de su propia nación, a los que, apoyándose en fundamentos raciales, veía al margen de sus objetivos hegemónicos. Así, los judíos cayeron bajo la mirada de desprecio del dictador. Primero, los persiguió por intermedio de leyes civiles. Profesionales y comerciantes, por ejemplo, se vieron impedidos de trabajar con normalidad, acosados por reglamentaciones que hicieron que miles de ellos huyeran hacia otros puntos del globo terráqueo.

Dentro de este grupo se alistaron los Wildau. No todos, por supuesto. Algunos, viendo que la mejor opción era la partida, dejaron atrás su patria natal, y salieron de Alemania a tiempo. Otros, también despojados de sus derechos, se quedaron allí. Lamentablemente, no pasaría mucho tiempo para que aparte de la persecución ideológica, los nazis se metieran en un terreno muchísimo más delicado. Cuando lo hicieron, millones de personas, entre las cuales se encontraban muchos de los Wildau, no lograron eludir el cruel sometimiento al cual fueron conducidos por sus opresores.

Pablo Wildau

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