Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación. (Génesis 2:3).
Son numerosos, comenzando por éste versículo que se halla al principio de las Sagradas Escrituras, los textos bíblicos que hablan sobre el Día de Reposo. Es que Dios le otorga una importancia trascendental al séptimo día. Tal es así que también al hombre, su criatura, le ordena respetarlo. Lo hace, por ejemplo, cuando le da los Diez Mandamientos al pueblo de Israel:
Recuerda el día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para Adonai, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad’.(Éxodo 20-8:10).
Si bien ésta y más leyes les fueron dadas a los israelitas, hoy en día, los creyentes en el Señor continúan respetándola y guardan el séptimo día (unos el sábado, otros el domingo) para descansar de su actividad cotidianas.
El profeta Isaías expresó así la voluntad del Señor: ‘Si dejas de profanar el día de reposo y no haces negocios en mi día santo; si llamas al día de reposo “delicia”, y al día santo del Señor, “honorable”; si te abstienes de profanarlo, y lo honras no haciendo negocios ni profiriendo palabras inútiles, entonces hallarás tu gozo en el Señor; sobre las cumbres de la tierra te haré cabalgar, y haré que te deleites en la herencia de tu padre Jacob. El Señor mismo lo ha dicho’. (Isaías 58:13-14).
El Día del Reposo, hoy…
En su paso terrenal, Jesús, que como todo judío guardaba el día de reposo o shabbat, manifestó: ‘No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir’. (Mateo 5:17).
Habida cuenta de éstas palabras, a la par de la gracia, la ley dada por el Señor sigue vigente. Si bien a partir de Su venida y resurrección somos salvos por la gracia y no por la ley, el tratar de cumplir con la ley (por amor, no por miedo) no es algo que deba dejarse de lado.
Por lo tanto, también tiene vigencia el mandato de descansar un día a la semana, algo que no todos (ni siquiera algunos creyentes) realizan. Y aquellos que no lo hacen, no están siendo obedientes para con la orden del Señor.
En sus tres años de ministerio en la tierra, Jesús no repudió a los pecadores. Por el contrario, se sentó con ellos, procurando instruirlos y que revieran su actitud de desobediencia. Luego, murió expiando nuestros pecados. Al tercer día, resucitó.
Pese a que transcurrieron más de dos mil años y que Él ya no está físicamente en la tierra, Su mensaje de gracia, amor y salvación sigue siendo el mismo. Él procura que nos apartemos del camino del pecado. No nos exige que seamos perfectos, infalibles. Podremos equivocarnos en el cumplimiento de éste y otros mandatos. Pero si vamos hacia Él de corazón y con un arrepentimiento genuino, el perdón del Señor, estará garantizado. Como lo expresan las Escrituras, ‘Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad’. (1 Juan 1:9).
Pablo Wildau
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