Gente de Cole

Fue un placer Roberto, nos vemos la próxima…

Existen ciertas ocasiones en que el periodista tiene el deseo de terminar rápido con una nota. Tal vez era ése mi íntimo propósito, previamente a encontrarme con Roberto Banchs. Más por la ambición de continuar con la vorágine de obligaciones cotidianas que por la tarea profesional en sí misma, el apuro puede conspirar contra el hecho de disfrutar de una entrevista. En efecto, la idea de otorgarle a esta nota el carácter de «trámite» pasó por mi mente antes de sentarme con Roberto a una mesa del bar 90 Grados. Eran las 19.30 de un miércoles de septiembre. Sin embargo, más de dos horas después, aún permanecíamos en el interior del bar de Delgado y Virrey Arredondo. En lo personal, ya había cancelado el compromiso que tenía luego y de no ser porque el regreso al hogar era impostergable, quizás hubiéramos seguido allí por quién sabe cuánto tiempo más… Es que en ciertas ocasiones, el periodista quisiera no tener que ponerle nunca punto final a una entrevista.
¿Cómo definir a Roberto Banchs? Vecino, arquitecto, licenciado en psicología, máster en metodología de la investigación, doctor en psicología social, historiador vocacional y escritor… Todo eso y más… Una riquísima trayectoria familiar en el barrio invitaba a formular cientos de preguntas. La mayoría quedó en el tintero y por ende, la propuesta de una próxima reunión, salió por decantación.
Roberto pide un cortado. Rato antes, había puesto sobre la mesa un ejemplar de su espectacular obra «C. A. Colegiales – por la Historia», un lujoso libro para cuya edición trabajó ininterrumpidamente durante once años. El Club Atlético Colegiales fue el objetivo que lo movilizó, aunque en función de su obra trascendió ampliamente las fronteras del deporte y se zambulló en la mismísima historia barrial.
«Para hacer este libro, al barrio lo di vueltas», afirma. Y mientras llega el pedido, comenta parte del infatigable recorrido que efectuó, entrevistando vecinos, recluyéndose en bibliotecas y hemerotecas, tomando fotografías… Como para que no queden dudas de que mediante sus investigaciones halló material altamente enriquecedor, arroja un dato sorprendente: «El Día del barrio de Colegiales debiera ser el 16 de octubre de 1888, porque en esa fecha una Ley de la Nación autorizó al Poder Ejecutivo a lotear y vender los terrenos de lo que hasta entonces se conocía como ‘Chacarita de los Colegiales’. Es el momento inaugural, originario. Ésto es, cuando se dispone el loteo que le irá a dar fisonomía de barrio y vecindario, con el asiento de pobladores».
El día del nacimiento de Colegiales, no obstante, está señalado como el 21 de septiembre de 1863. El año, por ser el del ingreso de Miguel Cané -autor del libro Juvenilia- al Colegio Nacional Buenos Aires; y el 21 de este mes, porque es el Día del Estudiante. «Siendo miembro de la Junta de Estudios Históricos -de proba labor- no estuve de acuerdo con esa decisión. El Día del barrio debiera ajustarse al nacimiento como tal, y no a una porción de tierra llana sin habitantes ni vínculos que lo sostengan. Pero bueno, se decidió una fecha novelesca, sensible, y despojada de rigor histórico», explica.

Delgado 835. Una casa con mucha historia, que aún conserva parte de su fachada original.

Así como esta revelación, de su boca saldrían, en breve lapso, datos y opiniones a raudales. La historia de su propia parentela, por ejemplo. Su tatarabuelo Francisco Banchs y Plé, nacido en Santa Coloma de Farners (Girona), casado con Rosalía Lloret, vecina de Palamós, ancló en Buenos Aires el 8 de abril de 1859, procedente de Catalunya. Tuvieron diez hijos. A uno de ellos le puso Enrique y desde entonces, bisabuelo, abuelo, padre y un hermano -que fue presidente del club hace unos años-, tuvieron mismo nombre y apellido: Enrique Banchs.
En 1920, la familia se estableció en el barrio. Su abuelo fue el pionero, al mudarse a la calle Delgado 835, donde construyó una vivienda de estilo colonial español. Le siguieron su madre y una hermana, bisabuela y tía de Roberto. Aquel familiar que cobraría gran trascendencia por su condición de poeta, a mediados del sesenta se mudó a Zapiola al 900, falleciendo allí en 1968. Una placa de bronce impuesta por la Municipalidad de la Ciudad recordó por años su última morada. Podría escribirse un artículo completo -y mucho más también- sobre el abuelo Enrique. Aunque no es esa la finalidad de este reportaje sino el hecho de conocer a Roberto, quien cuota de nostalgia mediante, refiere algunas impresiones del Colegiales de antaño: «Por el trabajo de mi padre, Enrique Luis, yo nací en City Bell, La Plata, pero unos pocos años después, nos mudamos al barrio. Allí construyó una casa con un prolijo jardín en la calle Gregoria Pérez al 3200, entre Conde y E. Martínez. Los pinos y los cipreses le dieron por entonces característica distintiva a las viviendas de la familia. Casi lindera, empezó a funcionar una fábrica de plástico, la Kentplast o algo así, a la que cada tanto debían acudir los bomberos porque se incendiaba. Dicen que eran los mismos dueños para cobrar el seguro. Hoy está transformado en un restaurante, galería de arte, y mantiene de algún modo su jardín.
Estando tan cerca de la casa de mis abuelos, ir a verlos me causaba un placer enorme. El olor a caramelos de chocolate en la cocina, sobre la mesada de mármol blanco, y el de los libros de mi abuelo, en sus apiñadas bibliotecas, donde se lo descubría cual monje zen o cartujo, marcaron mi niñez definitivamente. Pero yo estaba dedicado a cosas banales: Jugaba sin fin. Claro, eran dos lotes profundos, con abundante vegetación. Allí tenía un gran parque, siempre bien cuidado por mi abuelo y mi tía Marta. Enfrente, los terrenos de Gandulfo, un inmenso baldío donde hoy se erigen dos altas torres, permitían sumergirme con los amigos de la escuela y el barrio en aventuras de trincheras, como las películas que veíamos de continuado en el cine Álvarez Thomas».
Nuestro entrevistado realiza un comentario vinculado a la estación Tronador, en Villa Ortúzar, parada del subterráneo -línea B- inaugurada en 2003: un llamativo vitraux de temática futbolística ubicado en uno de los andenes, alude a la presencia de tres clubes que jugaron como locales en la vieja cancha de Fraga y Estomba: Argentinos Juniors, Almagro y Colegiales (este último ejerció su localía entre 1936 y 1938). El diseño fue realizado por Roberto, a pedido de Subterráneos de Buenos Aires, y la silueta del jugador que está en primer plano -detalle que se ignora, pues nada lo revela-, es la de Carlos Domingo Giúdice, un histórico futbolista del Club A. Colegiales en la era amateur y, desde luego, vecino del barrio.
Otro lugar de privilegio entre sus recuerdos, lo ocupa la época de la primaria en «la escuela de Conde», todo un símbolo barrial, con el ilustre profesor Diego Del Pino como director, y los maestros R. Ambrogetti y E. Sánchez Montero. Una placa de bronce en su interior recuerda que Amalia Banchs, su tía abuela, había sido muchos años antes Secretaria de la escuela. Roberto pone énfasis en esta imborrable etapa de su vida, a medida que el encuentro deja de tener forma de reportaje y termina convirtiéndose en una charla de lo más amigable.

El andén de la estación Tronador, tan ligado a los sentimientos de Banchs. Más arriba, un primer plano del vitraux que diseñó.

Cuando la tranquilidad de noche se impone por sobre el bullicio más tempranero, queda en evidencia que es hora de partir. Pero aún quedará tiempo para hacer, juntos, una caminata de unas cuadras hasta la casa de la calle Delgado: la que perteneció a sus abuelos. Roberto se detiene frente a la puerta y mira casi de soslayo. La propiedad hace mucho que dejó de ser de la familia: «Está un poco cambiada, pero desde afuera todavía se la puede reconocer», desliza. La casa de estilo colonial adoptó nuevos requerimientos, y en el lote donde había una hilera de árboles y perfume a jazmines, se levanta un edificio de varios pisos. Un indescriptible silencio evoca al poeta que la habitaba. Momentos después, nos despedimos, con la convicción, recíproca, intuyo, que ha sido el primer encuentro, pero no el último.

Pablo Wildau

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