Gente de Cole

Los Busato, entrevistados por El País de España

La fama de la bicicletería de Giribone entre Gregoria Pérez y Céspedes ha trascendido las fronteras. Tal es así, que el Diario El País de España realizó una extensa nota haciendo hincapié en Rodados Busato. La misma salió a mediados de mayo en su edición de papel así como en la versión online.
Este tradicional negocio barrial tiene una antigüedad de 75 años. Nació en 1943, fundado por José Busato, un intrépido ciclista cuyas fotos de competición forman parte del decorado del local.
Hoy, sus tres hijos -Claudia, Dante y Gabriel- continúan al frente de una bicicletería que es cita casi obligada para aquellos vecinos que suelen andar en dos ruedas. ¿Qué habitante de la zona no ha estado allí alguna vez para averiguar un precio, adquirir algún accesorio o más no sea para ponerle aire a una rueda o que le arreglen una pinchadura?
El diario español investigó su rica trayectoria y la llevó a sus páginas. Pero la nota no se centralizó sólo en lo que representa Busato a nivel histórico, sino que el periodista Federico Rivas Molina vinculó este aspecto con otro que incumbe a los argentinos en general: cómo sobrevivir a los sucesivos impactos que la economía nacional ha sufrido a través de las décadas. De hecho, su título es: «Todas las crisis argentinas pasan por la tienda de los Busato».

Gabriel Busato le muestra a ColegialesInfo la nota en el periódico español.

Esta última crisis, es el disparador de la nota, y en su desarrollo, se efectúa un repaso de los golpes que debió asimilar la familia para mantener de pie el negocio a lo largo de tanto tiempo.
En el reportaje conjunto también fue consultada Beba, la viuda de José. Con sus 85 años muy bien llevados, afirmó que su esposo «era muy, muy trabajador».
En los años 40 y 50 la pequeña empresa experimentó un importante crecimiento. Pero a fines de esa década el panorama empezó a complicarse para los argentinos «cuando el Gobierno militar que derrocó a Perón pidió un rescate al FMI para no entrar en suspensión de pagos», analizó el periodista.
Así y todo los Busato salieron adelante y en 1970, se mudaron a su actual ubicación, donde además construyeron su vivienda. Los hijos, ya compartían el proyecto familiar. Y aunque en ciertos momentos cada uno se dedicó a una ocupación diferente, de a poco y por diversas causas todos fueron volviendo al primer amor.
Según comentó Gabriel, la peor de las crisis fue la de 1989: «Llegamos a cambiar los precios de las bicicletas hasta tres veces al día».
La de 2018 no es igual. Pero una de las similitudes radica en que «hay determinados productos que no podemos comprar ni vender, acá casi todo es importado y no sabemos ni cuáles son los precios», le confiesa a La Voz de Colegiales en medio de la fuerte estampida del dólar Gabriel, quien orgullosamente sostiene el periódico español que contiene la nota.
Poco después de aquella hiperinflación del ‘89, ellos y los de su rubro debieron luchar contra el «uno a uno» menemista, compitiendo contra los supermercados que gracias a la importación indiscriminada salieron a vender bicicletas a granel. En la actualidad, hay otro fuerte adversario: el virtual, que propone realizar operaciones a través de una computadora.
Por su parte, Dante le dijo a El País: «Se ha perdido mucho en calidad de vida. Las crisis dañan y van dejando heridas». Analizó además la ligazón entre su negocio y los bolsillos de la gente: «Ahora que subió el transporte público volvió la bicicleta». Los Busato, tienen claro que si las cosas van bien, sube la venta de rodados; de lo contrario, son las reparaciones las que pasan al frente. Y de esa cuestión, conoce mucho Claudia, que se encarga de atender a los que acuden por una pinchadura (un parche de cámara se está cotizando en 70 pesos).
Los hermanos saben que los tiempos cambiaron. Su padre bajaba la persiana a las 7 de la tarde. Hoy, ellos no pueden darse ese lujo. Todo eso le contaron al enviado español que los entrevistó. También admitieron que ninguno de los once nietos de José tiene la idea de heredar la bicicletería. Pero nunca está dicha la última palabra. Y menos en esta Argentina tan impredecible.

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