Gente de Cole

El viejo almacén de Amenábar y Aguilar

En Amenábar y Aguilar, un mercadito ofrece la sensación de estar detenido en el tiempo. Por tamaño, no es el clásico almacén de mostrador, pero tampoco llega a ser un supermercado. Sobre sus góndolas -más reducidas que las tradicionales- se exhibe variada mercadería. En la caja, una señora de rasgos orientales y unos 60 años se encarga de las cobranzas con pocas palabras y gestos cordiales. Su marido acaba de salir, llevando un changuito repleto de packs de botellas de agua mineral.
El mercadito es un ejemplar extraño en el contexto de un moderno entramado integrado por centros comerciales de mayor magnitud, supermercados express de firmas extranjeras y el típico súper «chino» de barrio. Su nombre oficial, el que figura en la papeleta de la vidriera, es Almacén Amenábar. En el renglón vecino, un par de palabras compuestas por letras X e Y, revelan que, efectivamente, el propietario es de origen asiático. No obstante, no es necesario ser muy perspicaz para saber que la antigüedad del comercio es mucho mayor al arribo de sus actuales dueños.


Su fachada ocupa la ochava y algunos metros hacia ambos lados. En las vitrinas que dan a la calle se amontonan productos de todo tipo. No necesariamente están ordenados por rubro. Así, por ejemplo, es posible hallar un paquete de pañuelos descartables junto a una caja de galletitas saladas.
Adentro, hay un movimiento interesante. Es sencillo concluir que la clientela está dada por trabajadores de las inmediaciones.
Entre venta y venta, le pedimos autorización a la señora para sacar unas fotos del lugar. Sin dejar de lado su simpatía, no demora en entregar una respuesta negativa. Por lo tanto, las única imágenes del local, serán las obtenidas del lado de afuera. Comunicarse con ella resulta dificultoso, ya que su castellano no es para nada fluido. Pero se las arregla bastante bien para que el diálogo no se frustre del todo. Cuando le preguntamos cuántos años tiene el mercadito, una palabra seguida por una sonrisa franca, le basta y le sobra para que entendamos que el brevísimo reportaje ha finalizado: «Muchos», dice la amable mujer.
Le agradecemos el tiempo que nos concedió y, tras visualizar el letrero que indica «se abre hacia adentro», salimos a la vereda, contentos por haber visitado este antiguo sobreviviente comercial de nuestro barrio.

Comentarios

  • El dueño de ese almacén en los 60 se llamaba Mario y trabajaba allí otra persona de nombre Silvio. Acompañaba a mi madre a comprar alimentos y una de mis compras favoritas era un cuarto de galletitas «rococó» o un cuarto de «boca de dama» que compartíamos a la hora de la merienda con mi amigo Emilio de Aguilar y Moldes.

  • Hola amigos de colé soy proveedor de la zona (Sancor), y hablando del almacén quiero decir que esa pareja de oriéntales son muy amables con los clientes y proveedores como yo, son muy honestos algo que avitualmente no sucede con los orientales dueños de superm., no habrá dejado sacar fotos por miedo a algo, creo yo.
    Que tengan un buen día

  • ese almacén tiene muchisimos años, yo compraba ahi en los años 80, creo que se llamaba los hermanos, pero algunos le decian lo de Don Mario o lo de Toto…eran 3 hermanos, Mario Toto y Anselmo, españoles y muy simpáticos…en ese moemnto aun algunos teniamos la libreta de fiado…por dentro era hermoso, conservaba ese mostrador antiguo, los pisos y un patio que tenian como depósito bellisimo…los recuerdo con mucho cariño

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