El paso del tiempo se lleva puestas algunas costumbres de antaño. Por ejemplo, el uso de los antiguos canastos metálicos de las veredas. El cambio de modalidad en la recolección de la basura, es otro de los factores que ha hecho que el paisaje urbano se fuera modificando.
En ese sentido, el gobierno porteño intensificó una campaña de comunicación para que los frentistas retiren los viejos canastos metálicos de las veredas. En noviembre del año pasado se produjo el primer llamado. Sin embargo, las autoridades señalaron que a pesar de la iniciativa, todavía quedan ocho mil estructuras en la vía pública, y que estos son un obstáculo para la recolección, que ya no se realiza en forma manual. Además, la medida apunta a erradicarloscon el objetivo de evitar que los residuos se acumulen allí, donde ya ningún empleado de la Ciudad tiene la obligación de juntarlos.
Los vecinos que reciban la notificación, deben quitarlos en un plazo no mayor a los 15 días. En caso de que no lo hagan, el propio Gobierno pasará a retirarlos y el material metálico reunido, se llevará como donación al Hospital Garrahan (no se comunicó que haya multas a quienes no cumplan con la notificación).
En Colegiales, los canastos ha sido parte del paisaje, aunque quedan pocos. Para ilustrar esta nota, elegimos éste sobreviviente de Martínez y Céspedes: su curiosidad es que desde hace varias décadas posee dos candados, ya oxidados, en el borde superior.
Otro caso particular es el de Delgado entre Zabala y Virrey Loreto. Así como en muchos otros barrios capitalinos -a veces por falta de uso-, también sirven como obra artística.
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