Gente de Cole

Oliveto, ¿charlamos un rato?

Árbitro de Primera en los 90, vive en Colegiales hace 32 años. En la foto, en la puerta del bar de Lacroze y Crámer.

A las 11 de la mañana del festivo 9 de julio, estaba programado el encuentro. Muy puntual, llegó al bar Vía Lacroze. Antes de pasar, terminó de fumar su cigarrillo. Ya ubicado en una de las mesas que dan a Crámer, pidió una lágrima y se largó a contar su historia en Colegiales. Luis Oliveto saltó a la popularidad cuando en los Noventa, llegó a ser árbitro de Primera División. En ese entonces ya vivía en el barrio y todavía hoy sigue siendo un orgulloso ciudadano colegialense.

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Oliveto en su época de árbitro de Primera División.

Contó sobre su infancia en Villa Ortúzar: Zárraga entre Tronador y Plaza. Rememoró los viejos tiempos y aquellos partidos de fútbol contra «los de Colegiales», en el viejo descampado de Martínez y Olaguer (hoy, Carrefour). Hasta que él mismo se volvió uno de los nuestros cuando en 1984, ya casado en segunda instancia con Raquel y con una hija de su primer matrimonio, adquirió -previo paso por Avilés y Conde, donde alquilaba- un departamento en Aguilar entre Conesa y Crámer, donde sigue viviendo actualmente. Fruto del segundo matrimonio, nacerían cuatro hijos más: «Todos están muy identificados con el barrio -cuenta Luis-. El más chico, Damián, es el que conoce todos los recovecos e incluso trabaja de administrativo en el Sanatorio Colegiales. Es lindo sentir esa pertenencia y más que el barrio te responde. El saludo de los vecinos siempre es bueno».
Hacemos hincapié en que la cuadra en la que vive es una de las más tranquilas de la zona. «Sí… es una cortada -asiente-. Los chicos pudieron crecer bien, al aire libre, sin problemas con los coches, jugando en la vereda. La cuadra casi no tuvo transformaciones en 30 años. Sólo hicieron un edificio donde antes un médico tenía su casa. Eso está bien porque conservás casi los mismos vecinos, si te pasa algo ya sabés qué timbre tocar, cosa que ahora en general se va perdiendo porque las caras cambian todo el tiempo».

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En la bar Vía Lacroze, escenario de la charla con La Voz de Colegiales.

Le preguntamos qué fue de su vida después del arbitraje (se alejó en 1998) y responde que se dedicó a dar clases de reglas de juego en diversos puntos del país, incluso en cárceles bonaerenses. «Con el cambio de autoridades se cortó, lamentablemente no es un gobierno que se maneje con solidaridad social», dice. «Pero tengo la suerte de que diez de esos muchachos que salieron, hoy están trabajando de árbitros. Por lo menos el camino está iniciado», se alegra.
Paralelamente a su carrera abitral, fue empleado bancario: «Estuve en el Banco Provincia de Chacarita y después en el centro. Hace ocho años me jubilé. Tanto tiempo en una oficina te deja la mente medio cuadrada pero hay que tomárselo con filosofía. Yo la pasé bárbaro. Y hoy gracias a Dios tengo salud, una jubilación que me permite vivir dignamente y hacer lo que me gusta: dar clases».
Su pelo enrulado y largo no pasa desapercibido y lo sabe «aunque muy juvenil no debo parecer porque los chicos me dicen señor. Si se fijan en las arrugas, morimos  -bromea-. Pasa que uno se crió en el flower power, el hipismo… El pelo largo era la principal bandera de libertad y lo seguiré manteniendo hasta que me muera. Salvo que me quede pelado. Y si así, me compro una peluca».
Oliveto camina mucho el barrio: «Andamos por todos lados; vamos a comer, a los chinos, a los negocios de siempre: el almacén, el kiosco. Lo único preocupante es que no nos dieron bolilla con el tema del túnel peatonal de Lacroze», cambia de frente, a propósito de un tema viejo y trillado: «Se les trató de explicar que hay gente de edad que no puede andar cruzando a cada rato por abajo. Argumentaron que era por seguridad, cuando en cien años hubo un solo accidente que fue el de una persona que se suicidó. Vos ves a la pobre gente mayor que si pasa una vez es mucho cuando antes lo hacían tres veces por día. Aparte los pasillos son muy angostos. Si venís con una bolsa, peor… No costaba nada dejar el paso por arriba. Lo mismo que la barrera de Olleros; no sé porque no la habilitaron para descongestionar el tránsito. Si ya estaba hecha… A los que vamos en coche, nos matan. Yo dentro del barrio camino, pero muchas veces el auto lo tenés que usar y no sólo para pasear los domingos».
Oliveto tiene cuatro nietos. «Cuando eran más chicos, los traíamos a calesita de Lacroze. La calesita es fundamental. Un barrio sin calesita no es un barrio», dice.  Enseguida llama al mozo. Amablemente se hace cargo de todas las consumiciones. Sale a la calle y enciende otro cigarrillo. Alguien que pasa lo saluda por el nombre. Luis retribuye, da una pitada, y serenamente se va caminando por Crámer…

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